Como no soy de esos
que buscan generar intriga con cosas que no la tienen, diré directamente que,
si bien las expectativas tampoco eran enormes, la película de Brad Pitt de este
año es de discreta para abajo, con pocas cosas rescatables, pero que vale la
pena ver como parte de ese grupo de películas que uno dice “ya fue, la veo,
total…”.
Argumentalmente, la
historia gira entorno al mundo del juego ilegal en Estados Unidos, más
precisamente alrededor de esos establecimientos clandestinos que organizan, en
sus respectivos sótanos, mesas de póker, apuestas varias y demás para que
apostadores de poca monta despunten el vicio invirtiendo (o despilfarrando)
módicas sumas en dólares. En este contexto surge el personaje de Markie
Trattman (Ray Liotta), dueño de uno de estos antros, que es conocido por haber
traicionado a su antigua clientela al organizar, hace unos años ya, un robo a
mano armada en el que terminó desvalijando a los jugadores que se reunían en su
casa. Ahora, la película empieza por contarnos sobre el planeamiento y
ejecución de un atraco de similares características en lo de Markie que otro
grupo de asaltantes busca perpetrar con el objetivo de quedarse con la mosca y
que las consecuencias del robo las pague el propio Trattman, de quien es fácil
desconfiar dados sus antecedentes.
Pero claro, los
autores de este nuevo golpe no son muy avispados que digamos y rápidamente sus
nombres surgen como los claros autores del hecho. Así, el grupo de mafiosos,
chorros, ladris y malvivientes que sufrió la sustracción de su dinero mientras
jugaba al póker en casa de Markie contrata a Jackie (Brad Pitt), un asesino a
sueldo cuya tarea consistirá en constatar las sospechas que surgieron para
luego ajusticiar a los autores del hecho. La particularidad de este sicario es
que, como lo indica el título de la película, no le gusta mucho todo el proceso
del asesinato, con ese momento previo que incluye el miedo, las súplicas y el
arrepentimiento de la víctima a lo que se suma el “desorden” que se genera
cuando se mata a alguien. Sobre esa faceta bastante delicada del personaje
tratará el resto de la trama.
La historia resulta
entretenida durante sus escenas de acción pero se vuelve demasiado lenta y
monótona durante las largas charlas que los personajes entablan. Que quede
claro: no es que un diálogo extenso entre personajes aburra, es el contenido de
los diálogos de esta película lo que cansa porque, en un intento de emular esos
lindos intercambios que por ejemplo entablan Travolta y Samuel Jackson en Pulp Fiction (con verdadera picardía y
al servicio de una trama hábilmente diseñada por Tarantino), en este caso no
conducen a nada y aportan muy poco a la historia en general. Lo mismo ocurre
con un recurso que al principio me pareció una buena apuesta y que después
termina quedando a mitad de camino como es la inclusión, a lo largo de todo el
film, de discursos televisivos y radiales hechos por distintos políticos
estadounidenses (fundamentalmente Obama) que hablan sobre la situación política
y económica del país del norte que aparecen como de fondo en la película
(saliendo de la radio de un auto durante una persecución o desde un televisor
medio oculto en algún bar de mala muerte) buscando generar un contexto o clima
para las acciones de los personajes.
En conclusión, Killing Them Softly es una película más
que trata el tema de la mafia, el delito y los asesinos a sueldo, que
medianamente gustará entre los seguidores del género pero que al público en
general no creo que le mueva un pelo si bien tiene algunos momentos
interesantes, entre los que se destaca la conclusión general del film que se
expresa a través del parlamento final de Brad Pitt en el que sentencia que
“Estados Unidos no es un país. Estados Unidos es un negocio”.
Ficha Técnica
Reparto: Brad Pitt - Ray Liotta - James Gandolfini - Richard Jenkins.
Director: Andrew Dominik.
Duración: 97 minutos.
Año: 2012.
Calificación El Guionista: 6.
Películas por catálogo: not yet.
Tráiler para Cine
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