viernes, 28 de diciembre de 2012

Plata Quemada

Como lo manifestó el señor Franco en Rompecabezas y como lo justifiqué en Un Oso Rojo, El Guionista ha decidido prestarle más atención al cine nacional. La elegida de hoy es una película bastante controvertida y polémica, en todo sentido. Yo había visto algún fragmento cuando tenía 11 ó 12 años y decidí que sería mejor mirarla en otro momento de mi vida. Aquí estoy para saldar esa cuenta cinéfila pendiente: les presento Plata Quemada, un film muy picante, basado en una historia real, cuya crítica será mayormente dirigida a aquellos que ya la vieron que a los que no.

Buenos Aires, 1965; Nene (Leonardo Sbaraglia) y Ángel (Eduardo Noriega) son dos criminales, conocidos como “los mellizos”, ya que son inseparables y solamente trabajan juntos. Además de compartir su profesión, mantienen una relación muy íntima. Una oportunidad única se les presente a ambos: junto al conductor, el Cuervo (Pablo Echarri), deberán asaltar un camión blindado que carga siete millones de pesos. Aunque el atraco no sale como lo planeaban y ahora son buscados exhaustivamente por la policía. Los tres malvivientes sospechan que fue una trampa y deberán exiliarse en Uruguay.

Basta con visitar los distintos sitios en red donde se suele criticar y comentar películas para darse cuenta de que tanto las opiniones sobre esta transgresora obra, como las del trabajo de sus protagonistas, son muy variadas y opuestas. Yo me ubico en una posición más bien central: no creo que sea una mala película, pero tampoco la considero una obra maestra.

Los primeros veinte minutos son atrapantes: conocemos a los personajes, vemos cómo interactúan, cómo se elabora un plan maestro y luego somos testigos del atraco. Lo más criticable aquí es el abuso de la voz en off que, a partir de la mitad de la cinta, desaparece por completo. La siguiente hora y pico, se centra en el “entierro” de los malhechores en Montevideo y cómo sobreviven a esa situación, puntualizando en la relación entre Nene y Ángel. Los últimos 15 minutos son el desenlace final, donde la tensión y la acción se hace presente nuevamente.

Es por eso que ni el guión de Marcelo Figueras ni la dirección de Marcelo Piñeyro me deslumbraron. Comprobando que sólo hay dos grandes escenas de tiroteos y persecuciones, hubiera visto cómo intercalarlas (quizás con flashbacks) y no hubiera llevado adelante un relato tan lineal. Tampoco me hubiera excedido con el uso de un narrador al comienzo, para luego no utilizarlo más: lo hubiese usado de manera más equilibrada o, directamente, lo habría omitido. Por último, sé que está basada en la novela homónima de Ricardo Piglia, pero, para llevarlo a la pantalla grande, yo hubiera utilizado otro título.

Los puntos más altos, sin dudas, son la sensualidad y la intensidad que brinda el largometraje, conducido por una gran actuación de Leonardo Sbaraglia (otro pilar del film), en un papel sumamente jugado, ambiguo en todo sentido, ya sea en lo sentimental como en lo racional. Él lleva en sus hombros el peso de la trama y su la labor es la más remarcable.

Pasando a los otros dos intérpretes, tanto Noriega como Echarri han recibido múltiples críticas, mayormente negativas. No conozco a Noriega lo suficiente como para calificar su carrera (quizás algún lector de España me dé una mano), pero lo he visto en otras obras, como Tesis o Transsiberian, y me resulta alguien bastante inexpresivo. No creo que aquí desentone, pero estoy seguro de que el papel de Ángel tenía muchísimo más para dar.

A Echarri no lo considero un dotado para la actuación, pero es un muchacho que tiene calle y es bien argentino, justo lo que necesitaba un papel como el del Cuervo. Además, Pablo tiene una gran cualidad: es un muy buen “puteador”. Sin estar a la altura de Federico Luppi, la buena utilización de insultos, para los argentinos, es vital ya que, muchas veces, incluso las usamos “cariñosamente”. Así que a mí, su interpretación, me dejó bastante conforme.

Entre tanto olor a testosterona, los aportes actorales y carnales de Leticia Brédice y Dolores Fonzi son más que necesarios, destacándose la primera ya que goza de más aparición. También hace una escueta aparición el gran Héctor Alteiro (una de las fijas de Piñeyro, junto a Sbaraglia).

Recreando la atmósfera del cine negro y llena de pasión, Plata Quemada no es tanto un policial o un thriller; es más bien una película romántica, aunque para nada suave y sumamente cargada de erotismo (no sólo con escenas de sexo y diálogos subidos de tono, sino también por otros elementos como el voyeurismo). Lo que está en primera plana es la intimidad de los malvivientes, sus maneras de ser, sus deseos y sus necesidades. En segundo lugar, la convivencia con ellos mismos y la manera de afrontar el exilio y el encierro. Finalmente, en un tercer escalón, su vida delictiva y la práctica de la misma. También se deja expuesto a los sucios y bajos mundos de la política como los punteros (fenómeno que no nació en este siglo) o la corrupción dentro de las fuerzas policiales.

Para pasar el rato, está bien, pero sepan que hay mejores opciones. Quizás la mayor enseñanza que me dejó Plata Quemada es que no alcanza con tener cuidado de lo que uno hace, sino también estar atento con el entorno porque uno no sabe la cantidad de locos que andan sueltos. Insisto, la historia es más que interesante; la forma en que fue contada, no tanto.

Ficha Técnica

Reparto: Leonardo Sbaraglia – Eduardo Noriega – Pablo Echarri.
Director: Marcelo Piñeyro.
Año: 2000.
Duración: 120 minutos.
Calificación El Guionista: 6.
Películas por catálogo: incluida.

Tráiler para Cine

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