¿Qué
hago entonces escribiendo sobre la más reciente producción de Disney? Digamos
que cumplo con el pedido casi intimidatorio del Sr. Castaño. Hecho el descargo,
paso a contarles mi experiencia con Ralph, el demoledor.
Es
sabido que la objetividad me resulta imposible cuando se trata de Disney, pero
no pretendo ser objetivo ya que no soy crítico (¡Aslan me libre de serlo!).
Cuando
los responsables del estudio del ratón presentan lo que -2 ó 3 años más tarde-
será una nueva película, se activan mis expectativas. Desde ese momento,
permanezco atento al mínimo resabio de información que cada tanto aparece para
mantener encendida la llama del fanatismo.
De
Ralph no se supo demasiado. Recién el 2012 arrojó migajas acerca de la trama y
de los personajes que se convertirían en sus protagonistas.
Cuando
finalmente llegó el día de sentarme en mi butaca y decir: "Disney, lo
hiciste otra vez", no pude decirlo.
Entrar
al universo de Ralph, el demoledor requiere de haber transitado previamente por un universo
gamer del que -evidentemente- nunca fui parte. Las referencias son incontables
y se suceden con la vertiginosidad propia de los videojuegos, pero todas ellas
me dejaron con esa sensación de "acá pasó algo gracioso pero no entendí
qué".
Sé
que los guiños son un extra que el más despistado puede obviar sin perder de
vista el hilo de la historia principal; pero en esta película en particular,
todo parece ser un gran guiño destinado a despertar en la platea risas y
exclamaciones de lo más variadas. Eso se vuelve frustrante para quien se queda
afuera. Sin embargo, la película es extraordinaria a nivel visual -algo
imprescindible cuando se trata de animación-. En ese sentido Disney es
indiscutible y está a años luz del más pretencioso de sus competidores. No
existen fisuras en cuanto a la técnica, ni siquiera en la elección de un 3D más
sutil que el habitual.
Hasta acá fue mi no-crítica basada en la primera impresión. Dicen que la primera es la que cuenta, pero yo nunca estuve muy seguro de eso. Por ese motivo decidí darle una nueva oportunidad al gigantón de gran corazón. Volví a verla y ahora podría contarles impresiones bastante diferentes a las hasta ahora escritas. Si bien algunos guiños continuaron siendo inentendibles para mí, ya no los necesité para dejarme llevar por el cuento. En definitiva, el cine se trata de eso, de dejarse llevar.
En un punto Ralph es una analogía de nosotros mismos, como individuos y como sociedad; de las rutinas y los roles que asumimos sin haberlos elegido jamás; de la mecanización de la vida y de la carrera tras objetivos que nos fueron impuestos. Ralph demoró 30 años en comprenderlo y -sabiendo que sólo con eso no era suficiente- se corrió de su metro cuadrado y salió en busca de su identidad. Sí, sobre eso habla Disney desde sus comienzos. Descubrir quiénes somos y empezar a vivir de acuerdo a eso.
En un punto Ralph es una analogía de nosotros mismos, como individuos y como sociedad; de las rutinas y los roles que asumimos sin haberlos elegido jamás; de la mecanización de la vida y de la carrera tras objetivos que nos fueron impuestos. Ralph demoró 30 años en comprenderlo y -sabiendo que sólo con eso no era suficiente- se corrió de su metro cuadrado y salió en busca de su identidad. Sí, sobre eso habla Disney desde sus comienzos. Descubrir quiénes somos y empezar a vivir de acuerdo a eso.
La
dirección de Rich Moore nos lleva a través del viaje iniciático de Ralph con el
ritmo exacto que su historia necesita, atravesando estados de ánimo,
redenciones varias y una escena final realmente conmovedora.
Si
bien Ralph, el demoledor es la película "menos Disney" de Disney,
merece ser vista y disfrutada en la gran pantalla. Quizás no se convierta nunca
en un nuevo clásico, pero tiene elementos que la harán inolvidable.
El
broche de oro -en este caso- está al comienzo, con Paperman, el corto que
antecede a Ralph, uno de los más bellos de los últimos años. -
Ficha Técnica
Director: Rich Moore.
Año: 2012.
Duración: 108 minutos.
Calificación El Guionista: 7
Películas por catálogo: aún no.
Tráiler para Cine
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