A continuación, la crítica de la más reciente obra de Woody Allen a cargo de alguien que está a la altura del propio Woody, Joaquín Garau (periodista, economista, filántropo, velezano, titiritero e importador de mortadela). Sin más preámbulos, los dejo con esta reseña titulada "Mucha Roma y poco Allen", disfruten:
-Se le informa al señor Woody Allen que el avión de American Airlines con destino a Nueva York ya está abordando. Muchas gracias.
La advertencia no debería ser desoída. Todo lo contrario. Woody Allen tendría que tomarse ese avión, aterrizar en el aeropuerto John F. Kennedy, correr hasta su casa, escribir algo decente y ponerlo en la pantalla con la Gran Manzana de fondo. No es tan difícil, ya lo ha hecho antes, y puede hacerlo de nuevo. La simple imagen del Central Park taparía de alguna forma su fallido intento por mostrar que Europa es Nueva York. Falso. Ni Europa es Nueva York, ni la neurosis es igual en ambos lados, ni los conflictos son similares, ni las caras hollywoodenses tienen algo en común.
Su última película, A Roma con Amor, es, a priori, un salto al vacío con la confianza de que debajo de todo habrá una gran red llamada “trayectoria”, en la que toda la obra podrá confiar para no darse contra el piso de la falta de ritmo, el conflicto no profundizado y un guión dividido en dos. Por un lado, pareciera ser que Woody Allen escribió un libreto para él y otro totalmente diferente para los demás protagonistas. Su personaje tiene remates ingeniosos como consecuencia de un perfil construido a lo largo de más de 20 años de carrera. Mientras tanto, Alec Baldwin naufraga incómodo entre Ellen Page y Jesse Eisenberg. Sin olvidar que, Penélope Cruz, dice en cada plano extrañar a Almodóvar. Poco queda para Roberto Benigni, cuya gran virtud es jugar en su propia casa. Nada más que eso.
La idea de partir a la trama en cinco partes -¡Sí, en cinco!- vuelve a la cinta un conjunto de refritos que no llegan a ser ni interesantes. Sólo anima al espectador la posible aparición de Woody Allen en el siguiente fotograma, con la esperanza de que su genialidad innata levante las ya vistas postales de Roma. Un poco de interés generan los enredos matrimoniales –base de la película-, pero que caen en situaciones obvias y ya vistas –el padre que se lleva mal con su yerno, la visitante joven y linda que llega a la casa de una pareja ya constituida, la prostituta en contraposición de la esposa fina y recatada-.
Si cada historia trataba de encerrar una moraleja tras de sí, no se llegó a vislumbrar ni un ápice de intelecto como para hacerlo notar. Sólo la línea protagonizada por Benigni intenta dejar en claro que la fama tiene un precio, y perderla también. Solo eso. Nada más. Eisenberg quiere mostrarse ofuscado por el dilema de dejar a quien amas por quien te gusta. Y es eso mismo: quiere. La floja actuación y su cara extraída de las calles de Los Ángeles no pueden contra tanta imagen innecesaria de El Coliseo, La Fontana Di Trevi, motocicletas Vespa y cuanto símbolo de la cultura italiana daba vueltas por la zona a la hora de filmar.
La corona de espinas viene con la falta de ritmo en cada plano que se intenta construir. Una inmensa lentitud entre cada movimiento de cámara hace que las escenas se vuelvan redundantes.
Un pecado que Woody Allen no cometió en Medianoche en París, donde sí valía la pena sostener hasta la eternidad cada cuadro, y maravillarse con el rostro de una de las ciudades más impactantes del mundo. Sin embargo, en Roma, hasta los planos en interiores se vuelven una tortura cinematográfica.
Sería un triunfo de la crítica lograr que el neoyorquino cruzara el océano y terminara con su experimento fílmico, con el que se dio el gusto de retratar Londres, Barcelona y París. Terminaría de esa manera de forzar el saco sobre su cuerpo porque, aunque no lo crea, esos lugares no fueron hechos para su lente.
Ficha Técnica
Reparto: Roberto Benigni - Penélope Cruz - Alec Baldwin - Woody Allen - Jesse Eisenberg - Ellen Page.
Director: Woody Allen.
Año: 2012.
Duración: 112 minutos.
Calificación El Guionista: 5.
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Tráiler para Cine
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