viernes, 5 de abril de 2013

Diarios De Motocicleta


¿Cuál es nuestro destino? ¿Acaso está escrito ya? ¿Hay que dejar que las cosas sucedan o hay que ir a buscarlas y hacerlas suceder? Disculpen que utilice este espacio dedicado al séptimo arte para plantear mis dudas filosóficas pero, créanme, están relacionadas con la película en cuestión. Diarios de motocicleta se centra en ciertas experiencias de un personaje híper relevante para la humanidad, en uno de sus momentos menos determinantes para la historia: “El Che” Guevara. ¿Entonces mejor vemos las Che de Steven Soderbergh? Nada de eso. Continúen leyendo si quieren saber mi humilde opinión y las razones por las cuales esta obra debe ser muy bien considerada.


1952; a pocos finales de recibirse como médico, Ernesto Guevara (Gael García Bernal), decidirá emprender un viaje, acompañado de su amigo bioquímico, Alberto Granado (Rodrigo de la Serna). Juntos, y a bordo de “la poderosa” (una deteriorada Norton 500 cc), decidirán recorrer gran parte del continente sudamericano, largados en una aventura topográfica y demográfica, donde conocerán una gran variedad de lugares, paisajes, personas; y también, a sí mismos.

Vale aclarar que en Diarios de motocicleta a quien conoceremos es a Ernesto “Fuser” Guevara de la Serna; no a El Che Guevara. No hay política, ni ningún tipo de panfletismo. Aquí conoceremos el lado más humano, el lado más inexperto y, si se quiere, el más ingenuo. Eso sí: también conoceremos qué es lo que lo llevará a convertirse en uno de los personajes más importantes de toda nuestra historia. La injusticia social, la expropiación de tierras aborígenes, el desembarco de empresas extranjeras, la discriminación a indígenas o enfermos: todo esto hará brotar a un nuevo yo interior, muy distinto al anterior. 

No quedan dudas de que Gael García Bernal (Babel) es un actor sumamente talentoso. Como argentino, lo que estoy obligado a reconocer en primera instancia es su logrado acento. Si queremos ser extremadamente detallistas, podemos decir que algo mexicano se le podrá escapar, pero es imperceptible para el oído general (como intentó copiar el acento chileno en No). Además, su trabajo actoral es lucido.

No obstante, quien se lleva unos aplausos por demás, para mí, es Rodrigo de la Serna (Boca de fresa, Revolución). Está claro que es más difícil para un mexicano hablar como argentino, que para un porteño hablar como cordobés; pero Rodrigo, además de hacer esto bien, aporta la cuota de humor y picardía necesaria para un film tan serio e íntimo.

Basada en los libros de viaje de ambos, la trama está muy bien llevada: a buen ritmo y haciendo énfasis en los momentos más oportunos para la introspección de nuestros héroes, junto a los espectadores. Fotografía, montaje y diseño asombrosos. La música no podía desentonar; y esto no sucedió. La bellísima banda sonora estuvo a cargo del maestro, Gustavo Santaolalla y Al otro lado del río (canción ganadora del Oscar), es obra del cantautor, Jorge Drexler. Los organizadores del evento no permitieron que el bueno de Jorgito la cantara en vivo, prefiriendo una interpretación a cargo de Antonio Banderas y Carlos Santana (quienes no pegaron una nota). Igualmente, el muy astuto compositor sacó a relucir su garra charrúa y se las ingenió para hacerse oír.

Es difícil catalogarla únicamente como “película argentina”. Empezando por el protagonista, Gael García Bernal, que es mexicano; o por el precursor de la obra, el productor ejecutivo, Robert Redford (norteamericano). Su director es brasileño: Walter Salles. Su guionista, José Rivera, puertorriqueño. El tema principal, escrito por el uruguayo Drexler. Además, cada país donde se filmó (Argentina, Chile, Perú, Colombia, Venezuela) aportó sus actores nativos. Quizás, esta ha sido la mejor manera de rendirle homenaje a El Che: uniendo América (incluso a Estados Unidos), pero de una manera más artística y pacífica.

Dejando de lado el símbolo en que se convirtió El Che Guevara (tanto para unos como para otros), el largometraje me deja dos grandes lecciones, aplicable a la vida de cualquier persona. La primera, es la necesidad de explorar. No como un llamado de la naturaleza al mejor estilo Into The Wild, sino como la necesidad de abrirse a un mundo que es inmensamente enorme y que su tamaño ya nos genera temores, pero que nos debemos la chance de conocerlo y, así, conocernos también a nosotros mismos.

La segunda es consecuencia de la primera: las convicciones. Al conocernos (sepan disculpar que repita tanto este verbo y sus distintas conjugaciones), sabremos qué es lo que pretendemos de nosotros mismos y sabremos cuál es nuestro destino. Están implícitos y no se ven tanto como uno creería, a priori, pero el idealismo y la firmeza de los valores estarán presentes durante toda la aventura y florecerán en el epílogo de este relato.

No sé por qué pasó tanto tiempo para que le diera una chance. Estoy seguro de que no fui el único al que le sucedió esto. Probablemente, porque soy algo esquivo a las biografías sobre figuras tan relevantes en política o movimientos sociales (porque suelen ser sesgadas, pura propaganda y usualmente triunfalistas) pero, sin dejar de lado que podría ser un docu-ficción, esta road movie es “un trozo de dos vidas tomado en un momento en que cursaron juntas un determinado trecho”.

Cargada de romanticismo y reflexión, Diarios de motocicleta es una película que no puedo dejar de recomendarles. ¿Cine argentino? Sí, una importante cuota. Pero yo la considero más bien una película humana, poética e inspiradora del cine latinoamericano unido.

Ficha Técnica

Reparto: Gael García Bernal – Rodrigo de la Serna.
Director: Walter Salles.
Año: 2004.
Duración: 120 minutos.
Calificación El Guionista: 8.
Películas por catálogo: incluida.

Tráiler para Cine



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