En Mou Gaan Dou ya les había comentado que, como resultado
del gran éxito en la taquilla y de las gratificantes respuestas de la crítica
especializada, los realizadores de este film se propusieron hacer dos secuelas.
En este caso, vamos a adentrarnos en su segundo capítulo que, más que nada, es
una precuela ya que toma lugar once años antes de lo acontecido en su primera
entrega.
1991; el líder de las tríadas hongkonesas, Kwun Ngai, ha sido asesinado a sangre fría. Mientras los cuatros jefes, subordinados de Kwun, festejaban la noticia y empezaban a delinear cómo repartirse territorios y negocios, Hau Ngai (Francis Ng) asume el puesto que su padre debió abandonar forzosamente. Él obliga al cuarteto a seguir bajo su mando y a saldar sus deudas, gracias a amenazas y extorsiones.
Lo que ninguno de estos mafiosos suponía es que uno de
ellos, algunos peldaños por debajo, es informante de la policía: Él es Sam
(Eric Tsang) y trabaja para el inspector Wong (Anthony Wong). Mientras tanto,
la academia de policías empieza a reclutar jóvenes. Uno de ellos es Chan Wing
Yan (Shawn Yue), hijo del acribillado Kwun Ngai y medio hermano de Hau. El otro
es Lau Kin Ming (Edison Chen), integrante de “Los hermanos” dirigidos por Sam y
autor material de la muerte de Kwun.
Al haber visto primero lo que sucede en 2002, el espectador
puede imaginarse cosas y saber quiénes morirán o qué va a pasar a grandes
rasgos. Lo que no podemos saber es cómo se llegó a esa instancia ni cuáles son
sus causas, y esta es su mayor virtud: el hecho de la sorpresa y el impacto,
especialmente en los lazos entre los principales sujetos de la trilogía.
La pequeña introducción que nos brinda Infernal Affairs
sobre sus dos protagonistas (de quienes no imaginábamos mayor conexión que el
gusto por los equipos de música o algún arresto), Asuntos Infernales 2 la
desarrolla en casi dos horas, además de mostrarnos una relación de amistad que
difícilmente hubiésemos imaginado entre el inspector Wong y el hermano Sam.
Como un rompecabezas, unimos las piezas que dan imagen al
pasado de cada personaje comprobando que todos ellos comparten el mismo cuadro
y que en el centro de éste se encuentra Mary (Carina Lau), la mujer que
justifica el título de la saga, siendo capaz de, entre tantos hombres, desatar
un infierno voraz.
Sin embargo, el film tiene sus grietas. Totalmente inspirada
en el primer capítulo de El Padrino y contextualizada históricamente en tres
años distintos: 1991, 1994 y 1997 (año de la devolución de Honk Kong a China,
por parte de Reino Unido), esta cinta peca de ambiciosa y, en algunos puntos,
de inconexa. Como su predecesora, sigue la línea de violencia no grotesca, pero
se diferencia en estar mucho más dedicada al desarrollo dramático de sus
intérpretes, evidenciándolo en su carencia en cuanto a las escenas de acción. El
punto que más ruido hace es la relación entre Wong y Yan. Mientras que en la
primera parte, hay un trato casi padre-hijo y de respeto; en esta precuela, Yan
tiene miles de razones para odiarlo.
No obstante, se hace valer gracias a lo mencionado
anteriormente y a los aportes de un puñado de personajes secundarios (algunos nuevos, otros ya conocidos) como Mary,
Hau Ngai, “el loco” Keung (Chapman To), el inspector Luk (Hu Jun) o el
tailandés (Chaucharew Wichai). La obra realizada por el trío Lau – Mak – Chong
también se ve potenciada por su variada banda de sonido (destacándose la
hermosa The Forgotten Time de Tsai Chin) y sus delicados montajes, llevando a
la pantalla un intrigante relato de traiciones, venganza y anhelos de justicia.
Ficha Técnica
Reparto: Anthony Wong – Eric Tsang – Shawn Yue – Edison
Chen.
Director: Andrew Lau - Alan Mak.
Año: 2003.
Duración: 111 minutos.
Calificación El Guionista: 7.
Películas por catálogo: incluida.
Trailer para Cine
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