Previo a cualquier comentario de la cinta que hoy nos reúne, debo pedir –nuevamente- disculpas por ausentarme a nuestra habitual cita de los viernes. Intentaré que esto no suceda tan a menudo; pero, en el caso de que se repita, he tomado la decisión de volver, el martes siguiente, con una película que obligatoriamente deba ser parte de sus anaqueles, de esas que no puedan faltar en una buena conversación cinéfila. Con ustedes, entonces, The Bourne Identity (Identidad Desconocida, El Caso Bourne), obra que ya mencioné en varias oportunidades.
Mar Mediterráneo. Tormenta torrencial. De repente, un cuerpo flotando se ve a lo lejos. Los tripulantes de un barco lo rescatan. Vive… pero su estado es crítico. Dos heridas de bala sorprenden al médico; pero más aún un dispositivo láser, incrustado en su cadera, con un número de cuenta.
“-¿Cuál es tu nombre?-. -No lo sé-”.
Jason Bourne no sabe quién es. Pero, no tengan ninguna duda, que hará todo lo necesario para averiguarlo.
De esta manera comienza uno de los largometrajes más importantes de la década pasada y de todo el Siglo XXI, sin lugar a objeciones. ¿Por qué sostengo esto? Por dos razones. La primera –y más importante- es que este film ha sido un tanque de oxígeno para el género de acción (con todos los elementos fundamentales que este género exige) y ha significado la renovación del subgénero de espionaje; donde otras sagas como la de James Bond no paraba de dar pasos en falso, o el segundo ejemplar de Misión Imposible, arrasaba en taquilla, aunque dejaba un sin sabor digna de una producción sin pena ni gloria.
El segundo motivo es que este tipo de cintas atacan al gran público, tanto al cinéfilo, como al espectador casual (prueba cabal de esto es la recaudación abismal de las franquicias mencionadas, que fueron inversamente proporcionales a la calidad de los productos proyectados). Es respetable -porque estamos en democracia, porque no es muy entendible- que algunas personas no se sientan interesados en la temática de los superhéroes (como Batman Begins o The Dark Knight), ni en la mitológica (como la trilogía de El Señor de los Anillos); pero ni siquiera los “espectadores cultos” pueden decirme que no disfrutan de esta clase de largometrajes, de acción trepidante, con sólido y tenso guión que goza de ciertas libertades necesarias, apenas fuera del realismo, para condimentar y dar el toque de diferencia en su rubro.
Entonces, como este espacio se llama El Guionista, empezaré por la tarea de Tony Gilroy, cuyo caso es bastante extraño. Este fue el hombre detrás de la adaptación del libro de Robert Ludlum, logrando un trabajo sensacional en esta primera parte de la saga; para después convertirse en el director que, con El Legado de Bourne, destrozó todos los peldaños de intriga argumental y detallismo artístico, tan cuidadosamente construidos en la trilogía original.
Pero volviendo a El Caso Bourne, este libreto es sobresaliente. Me gustaría contar con la opinión de aquellos que hayan leído la novela, para decirme cuán fiel es. No obstante, yo integro el grupo de los que no leímos la obra literaria y no tengo más que loas para esta película. Filmadas, además, con un pulso maestro, por parte de Doug Liman (en su mejor trabajo) para que no se desperdicie ninguna secuencia. La birome Bic, el mini Cooper clásico en contramano, el duelo de agentes en un campo nevado: de seguir enumerando, les narraría toda la obra.
Ya hablamos del guionista y del director. Ahora sí, toca la figura central. Matt Damon no es un muchacho que me obnubile con sus cualidades. Es más, ni siquiera lo considero un grandísimo actor. Pero en esta cinta (y en toda la trilogía) se adueña de su personaje física y mentalmente. Resulta muy creíble en todas sus reacciones causadas por la incesante búsqueda de su identidad. Imagínense la impresión que generó en mí su desempeño que, al mencionarse un posible regreso de Matt en la quinta entrega cinematográfica de Bourne, hizo que me ilusionara sobremanera…
No obstante, esa posibilidad fue descartada; así que contaremos con un capítulo nuevo que, otra vez, pregonará por un “bournismo sin Bourne” –una idea tan triste como un “peronismo sin Perón”-.
Como si esto fuera poco, cuenta con un elencazo. Chris Cooper (Capote, Adaptation, The Town) es uno de esos excelsos profesionales que no gozan con el reconocimiento merecido por ocupar, mayormente, papeles secundarios. Otra vez, aquí, deja en claro toda su soberbia dramática. La interpretación de la alemana Franka Potente (quien ya había ganado cierta fama con Corre Lola, Corre y Blow), como Marie, se gana el cariño del público. También cuentan con pequeños papeles el experimentado Brian Cox (Match Point, The Boxer, Zodiac), el carismático Clive Owen (Trust, Closer, Derailed) o Julita Stiles (10 Cosas que odio de ti, Silver Linings Playbook), actriz que me encanta.
Por último, el montaje, la coreografía de las peleas, la sucesión de planos: todo está precisamente llevado a cabo. La banda sonora, también cuenta con esos destellos de genialidad, como en la persecución por París con Ready, Steady, Go; o, al finalizar la cinta, con Extreme Ways de Moby, que con sus primeros acordes te convence de pararte y aplaudir por acabar de ver una película de acción en serio. Además, cuando ves que, después de recorrerse toda Europa, se van hasta Grecia sólo por una escena de dos minutos, te das cuenta de que se trata de una verdadera superproducción.
Imprevisible, The Bourne Identity rompe con el molde de las típicas películas de acción y espionaje. Lo más agradable es saber que sus secuelas no decaen, en absoluto, y mantienen el promedio. Aún no me decido cuál de los tres capítulos es mejor.
Ficha Técnica
Reparto: Matt Damon – Franka Potente – Chris Cooper – Clive Owen.
Director: Doug Liman.
Año: 2002.
Duración: 120 minutos.
Calificación El Guionista: 9.
Películas por catálogo: incluida.
Tráiler para Cine
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