
Robert Woodward (Robert Redford), de 29 años y tan sólo 9
meses en el Washington Post, ansiaba poder escribir un artículo en la tapa de
los domingos. Carl Bernstein (Dustin Hoffman), de 28 pero con 16 años
escribiendo para el Post, era un experimentado escritor de largos textos, pero
nunca había podido dar el salto. En la madrugada del 17 de junio de 1972, lo
que parecía un insignificante ilícito se convertirá en la historia que cambiará
sus vidas… y la de todo un país.
Este largometraje es fantástico desde el punto de vista
macro, como en el micro. Por un lado, tenemos esa gigantesca investigación
periodística -¿o inteligencia policial?- que realizan nuestros dos paladines,
que comienza con un caso, aparentemente, de simple vandalismo; y que, pieza por
pieza, se va convirtiendo en una red criminal monstruosa que implica a todo un
partido político y a su máximo referente -yo no les voy a explicar qué fue “el Watergate”, pero sabrán que fue un gran, gran escándalo-.
Por otra parte, se encuentra el ambiente donde trabajan los
protagonistas: el mundo periodístico. Las salas de redacción, la diferencia de
tener un buen olfato para la noticia, la pelea y la comparación con los otros
medios, la necesidad del apoyo de tus superiores (en especial, del editor) y,
por sobre todas las cosas, la importancia de tener vastos contactos y fuentes
confiables.
Es esto lo que me fascina. Más allá que se base en uno de
los hechos más aberrantes de espionaje y corrupción, de la máxima potencia
mundial, que concluyó en la dimisión de un jefe de estado; yo disfruté de ver
todo el proceso del armado de la noticia, de cómo se instalan (o no) temas en
la agenda periodísticas, de la química entre los periodistas (que, en el dúo
protagónico, es muy buena) y con sus jefes. Yo destaco esta parte por sobre la
del thriller político en sí, que no deja de ser formidable.
La dirección artística es sobresaliente. Cada plano es un
bello cuadro que sabe explotar al máximo, con eficacia y eficiencia, los
“paisajes” poco atractivos de una sala de redacción, resignificándolos. El
sonido, la música y los efectos se complementan a la par de una línea
argumentativa que es seca y directa.
Para criticar, me quedaron cosas en el tintero, como un
final abrupto, donde nunca pudimos ver caer –ni gozarlo- a los peces gordos;
faltó algo más de sensación de peligro y amenazas de muerte; hacer mayor
hincapié en el personaje de “Garganta Profunda” o proyectar en pantalla un mapa
conceptual de todos los implicados (que son varios y difícil de memorizarlos).
No obstante, no puedo dejar de reconocer que es uno de mis thrillers
políticos favoritos (completan el podio Z y Argo) y una de las películas más
importantes relacionadas al periodismo; de esas que reavivan la pasión por la
profesión y la vocación de ir siempre en busca de la verdad, sin importar los
egos personas, las motivaciones externas o quién sea el que se pare en frente.
Como si esto fuese poco, no hay que mirar muy lejos para
darse de que esta producción lejos está de envejecer y cada vez toma más
relevancia y actualidad. Más cuando uno prende la tele y se encuentra con
profesionales enceguecidos con encontrar su Watergate local, dejando de lado parte
de ética y veracidad.
Para la anécdota: compitió por el Oscar a mejor film del año
contra Taxi Driver, Bound for Glory y Network; aunque la ganadora resultó ser
Rocky (en mi humilde opinión, la menos merecedora de este quinteto).
¿Conclusión? Otro gran clásico de los ’70. Otra cinta
sumamente recomendable.
Ficha Técnica
Reparto: Robert Redford – Dustin Hoffman – Jason Robards –
Jack Warden.
Director: Alan J. Pakula.
Año: 1976.
Duración: 135 minutos.
Calificación El Guionista: 9.
Películas por catálogo: incluida.
Tráiler para Cine
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